Ya estás dentro. Bueno, o por lo menos eso es lo que tu crees. Has pasado la entrevista, te han seleccionado entre casi 200 aspirantes y tus otras 15 compañeras y tu vais a comenzar el curso de habilitación de flota en tu aerolínea.
Os habéis desplazado y de manera provisional (solo mientas dura el curso y porque acabaréis más quemadas la una con la otra que el telefonillo de la Torre Windsor) estáis viviendo todas juntas en un hotel pagado por la compañía aérea que os ha seleccionado.
Te esperan unas cuantas semanas de clases, entrenamientos, evacuaciones, exámenes y peleas entre esas chicas a las que acabas de conocer y que ahora te parecen las mejores amigas del mundo.
“Oh qué bien…qué amigas somos todas! Unidas por el espíritu de la aviación, cumpliendo nuestro sueño!. Seremos amigas para siempre…”
Ja!
Eso es lo que pensáis el primer día, cuando todavía os estáis acomodando en vuestras respectivas habitaciones.
Cuando un poco tímidas e ilusionadas al mismo tiempo, bajáis a cenar al restaurante del hotel y os presentáis, os contáis vuestras metas y objetivos y empezáis a planear vuestro futuro en un piso compartido a las afueras de vuestra base.
Te sientes eufórica y privilegiada. No caminas, levitas. “¿Se puede ser más feliz? Soy monísima, voy a ser azafata y además vivo rodeada de las mejores chicas del mundo. ¿Qué más puedo pedir?”
Y así van pasando los primeros días, y cuando te das cuenta os estáis intercambiando la ropa y las primeras semanas hasta os prestáis el maquillaje.
Solo las primeras semanas. Las primeras. Solo.
¿Y sabéis por qué?
Porque después de 20 días ya empiezas a ver las cosas más claras. Y Maripepi, que te parecía una tía genial, resulta que es la típica sabelotodo que nunca cierra la boca en clase. Y Maripuri, que el primer día te había dicho lo bien que te sentaba aquella falda, ha ido por detrás criticándote con Mariloli y diciendo que la falda te quedaba mal.
Y Maripanchita y Maritere con la que has creado minipandi, salieron en tu defensa y casi acabáis todas llorando como crías.
Y qué decir de Marita…que resultó ser la exnovia del novio de Marianita (y eso que una es de Cuenca y la otra de Sebastopol) y en medio del training de la evacuación de emergencia se empezaron a pelear de tal manera que cayeron por la rampa hinchable agarradas de los pelos.
Y todo parece volver a la normalidad el día que acabáis el curso y os disponéis a volver a casa para esperar la llamada de la base que os toca.
Ese momento de despedidas vuelve a ser emotivo y os dais cuenta de que habéis pasado más tiempo de mal rollo que aprovechando la compañía de la otra.
Os abrazáis, echáis unas lagrimitas, os disculpáis y os volvéis a prometer amistad eterna.
Es el momento en el que Maripili, Maripuri, Maripanchi y tú decís:
- Entonces si nos dan la misma base… ¿Vivimos las 4 juntas?
- ¡Sí! Buscaremos el mejor piso, con una terraza grande para hacer fiestas.
- Genial! Nos llamamos en cuanto nos digan la base. ¡Os quiero!
- ¡Yo también os quiero!
Y Marianita, Mariloli y Maripepi que estaban intercambiándose ositos de peluche, al escuchar la conversación, dicen:
- ¡Qué guay chicas! ¡Ojalá que nos den a todas la misma base!
- Sí, así podremos vivir todas en el mismo edificio: Maripili, Maripuri, Maripanchi, Mariluci, Marianita, Mariloli y yo!
Y esto es solo el comienzo de una aventura genial en la que los celos y las envidias irán marcando muchos días de vuelo. Una talla de falda menos, una mirada diferente, un affaire, el desorden en casa, una programación mejor que la otra, un “te robo la camisa del uniforme, que la mía no está limpia”, etc…
Así que todas aquellas que vayáis a empezar el curso de habilitación de flota próximamente, cargaos de paciencia…¡y no os prestéis el maquillaje, que ya sabéis lo que pasa!