No, no me han pagado por hacer este artículo. No está comprado, no es publicidad encubierta, ni su finalidad es vender la compañía.
Esta sección se ha creado para que vosotros mismos podáis comparar los servicios, la calidad o la experiencia de viaje. A partir de ahora iremos “evaluando” cada compañía aérea y escribiremos un reportaje especial sobre ella. Intentaremos ser lo más objetivos posible, y contaremos lo bueno y lo malo de la experiencia.
En una primera fase hemos hablado con varias compañías aéreas españolas para saber si querían formar parte de esta iniciativa. Tanto las que han aceptado darnos información de primera mano, invitarnos a un vuelo de prueba con ellos, entrevistar a instructores, tcps y sobrecargos, dejarnos hacer fotos para el reportaje, facilitarnos material, o aclararnos ciertas dudas de los lectores, como las que no, son conscientes de que contaremos todo lo que veamos y que sea de interés para el pasajero. Algunas nos facilitan el trabajo, como Air Europa, otras no nos lo facilitan tanto. Poco a poco os iréis dando cuenta de quién tiene cosas que no quieren que salgan a la luz, y quién no tiene reparos en concedernos una entrevista o un vuelo de prueba.
Air Europa. Hoy vuelvo a creer en la aviación tradicional
En Air Europa siempre hay alguien al otro lado dispuesto a escuchar y a colaborar. Da igual si tratas con ellos a través de mail, si les llamas por teléfono, si solicitas algo en sus mostradores o si te subes al avión. Air Europa mantiene viva la aviación tradicional.
Las cosas pueden estar difíciles, apretadas, pero ellos siguen manteniendo esa forma de trabajar con la que hacen que sus clientes se sientan a gusto.
Desde el primer momento se mostraron accesibles, interesados y dispuestos a facilitarnos todo el material que necesitáramos; desde el personal de oficinas hasta los TCP que nos encontramos en el avión.
Madrid Barajas – Ámsterdam Schiphol
Como he hecho la facturación online desde casa, llego al aeropuerto con las tarjetas de embarque impresas y me dirijo directamente a mi puerta. Todavía quedan 45 minutos para que comience el embarque, así que me doy una vuelta por la terminal (T2) y me fijo en el mostrador de atención al pasajero de Air Europa. Hay dos chicas atendiendo las oleadas de pasajeros que llegan para preguntar cuáles son sus puertas de embarque, los vuelos de enlace y los horarios. Hay una cola sólo para pasajeros de Sky Priority. Air Europa pertenece a la alianza Sky Team. En el tiempo en el que estoy allí no veo ninguna persona que haga uso de la prioridad.
Son las 14:00 y en cinco minutos comenzará el embarque. La gente empieza a levantarse, a recoger sus cosas, a preparar el DNI y a hacer cola para embarcar.
De momento no hay personal de tierra en la puerta. Bueno, la verdad es que no tenemos avión. Imagino que tenemos unos minutos de retraso y me resulta cómico ver cómo más de 150 pasajeros ya están de pie esperando para entrar en el avión.
Sé que por lo menos quedan 15 minutos para empezar a embarcar. Lo sé, porque tiene que llegar el avión, desembarcar el pasaje y que la tripulación chequee sus cosas antes de que nosotros podamos subir.
Nadie nos ha dicho que el embarque está retrasado. Simplemente esperamos en la puerta, pero ningún pasajero pregunta. Probablemente, si se tratase de un retraso de más tiempo, la gente comenzaría a impacientarse; pero 15 minutos son asumibles. ¿O no?
Comienza el embarque. Espero pacientemente a que todos los pasajeros vayan pasando por el finger y al final de todo entro yo.
Me sorprende ver a una de las chicas, fuera del avión. Está de pie en el finger, al lado de la puerta del avión. Frente a ella hay un carrito con un montón de periódicos nacionales e internacionales. Cada pasajero puede elegir qué periódico se quiere llevar, mientras que la tcp sonríe, mira a los ojos a la gente que va entrando y les dedica un efusivo ¡buenas tardes!.
Cuando llega mi turno, Judith me saluda, me da la bienvenida a bordo y me explica que ella es la Instructora de Servicios a Bordo y que puedo hacerle cualquier pregunta que quiera saber. Entro en el avión y los otros cuatro tcp’s están en el pasillo, sonrientes, ayudando a los pasajeros y pendientes de sus salidas de emergencia.
De repente tengo la sensación de que el vuelo no es real.
Mmmmm, instructora a bordo, un embarque perfecto, unos TCP guapísimos y sonrientes… ¿no será que está todo un poco forzado?
Me presento al resto de la tripulación. Noto ese feeling que solo tenemos las personas que hemos dado lo mejor de nosotros para la aviación. Me siento bien. Hay algo que me hacer sentir “como en casa”. Me siento y recuerdo que siempre que he volado con Air Europa he sentido la misma sensación. No, no es forzado. Ellos son así.
El problema es que nos hemos acostumbrado a otro tipo de aviación: a esa en la que el pasajero se tiene que buscar la vida para colocar su maleta, se echa carreras para entrar en el avión, se estresa con el tamaño de su bolsa de mano, se siente como un pordiosero cuando está a bordo y suplica que le den un vaso de agua para tomar una pastilla, o aguanta 3 horas de comentarios absurdos mientras la azafata intenta venderle hasta a su madre. Esa es la aviación que estamos viviendo. Es a la que nos hemos acostumbrado.
Los anuncios al pasaje y la bienvenida del sobrecargo son claros, con un tono relajado y seguro. Por primera vez en mucho tiempo, no se me ponen los pelos de punta cuando escucho los mensajes en inglés. Se nota que esta gente lleva años volando.
Compruebo que todos los bebés tienen su cinturón canguro, los niños tienen sus juegos para colorear…
Despegamos. Desde mi sitio escucho cómo los tcps preparan los carros para sacar el servicio, y antes de que me de tiempo a reaccionar, Gustavo, el sobrecargo viene a buscarme para llevarme al galley trasero y pueda ver así cómo trabajan.
Mientras camino por el pasillo, me vienen a la mente un montón de recuerdos de cuando trabajaba en Spanair. El mismo tipo de pasaje. Gente tranquila que se concentra en sus periódicos, ordenadores y cachivaches electrónicos. Ni un grito, ni una mala cara. Los niños pintarrajean en los cuadernos que les han entregado antes del despegue.
En el galley trasero del B737 en el que volamos, dos TCP preparan el servicio a bordo para los pasajeros de clase turista. Zumos, café, agua caliente, servilletas, limón… El carro está cargado con todas las cosas que se ofrecen en la venta a bordo, y que los pasajeros pueden consultar en el menú gusto+. Precalientan los hornos para la comida caliente (bocadillos, pizza y sandwiches) y salen al pasillo.
Me sorprende ver la cantidad de gente que compra. Es la hora de la comida, y los chicos se coordinan para servir a los pasajeros.
Mientras le hago alguna pregunta a Judith observo a Jenny, la otra chica de la tripulación, que ahora está en medio del pasillo hablando con uno de los niños pequeños. No sé qué dicen, pero está sonriendo.
Judith me cuenta las diferencias entre el servicio de primera clase y de clase turista. Lo mismo hace con los vuelos de medio y largo radio. El catering lo sirve Newrest, la empresa que también se encarga de surtir a otras compañías aéreas como Delta, American Airlines, Air France, Lufthansa o Emirates entre otras.
La comida del avión no es precisamente barata, pero por 7 euros te puedes tomar un menú con bocadillo y refresco. Sí, obviamente es más caro que si te lo compras en una tienda de barrio, pero la calidad es bastante buena.
Me fijo en la limpieza del avión. Tampoco dejaría que mis hijos caminasen descalzos pisoteando la moqueta, pero reconozco que está mucho más limpio que otros aviones. Los baños, huelen a baño del avión, pero los asientos de los pasajeros, el pasillo, los bolsillos que pude chequear, están limpios.
Mientras Judith me cuenta cómo es el uniforme de los TCPs, Jenny, Gustavo, Arturo y Nico vuelven a salir al pasillo para ofrecer un segundo servicio a los pasajeros. Esta vez ya no compran tanto como la primera, pero todavía hay algún pasajero que pide un café o un refresco.
Hace tanto que no volaba con esta compañía, que no me había fijado en los detalles del uniforme. En el caso de las chicas, el uniforme es exactamente igual para todas, excepto por el color de la pañoleta y las cenefas de la rebequita, que son naranjas para las sobrecargos y azules para las tcps. En el caso de los chicos, se diferencian en los colores de la corbata.
La sobrefalda de las chicas y el chaleco de los chicos es reversible. Por un lado es blanco y por el otro es azul. Pueden llevarlo como quieran, indistintamente.
Cuando me doy cuenta, el comandante dice que iniciamos el descenso al aeropuerto de Schiphol.
Los chicos comienzan a recoger la cabina y a asegurarla para el descenso y el aterrizaje. Cada uno de ellos ocupa su puesto. Uno recoge la basura, otro se encarga de pedirle a los pasajeros que se abrochen el cinturón y plieguen su mesita.
Aterrizamos en Amsterdam con más de 20 minutos de retraso, pero en todo este tiempo no he visto ni un solo pasajero estresado. Creo que las sonrisas y la atención de la tripulación han conseguido que esos minutos perdidos queden casi olvidados.
Desembarco cuando todo el pasaje está fuera del avión. En el finger me espera Anna Willmont, la coordinadora del vuelo. Anna sabía que yo llegaba en ese vuelo y después de darme la bienvenida en un perfecto castellano, me propone que vuelva a embarcar de última para poder ver cómo se comportan los pasajeros holandeses. Acepto.
La anécdota del vuelo la pone un pasajero tardón que llega cuando el resto ya han embarcado. Llega corriendo, con cara de corredor de los cien metros lisos. Viene gritando algo desde lejos, imagino que algo así como un ¡lo siento! Cuando una de las chicas de tierra de KLM que se encarga de nuestro vuelo le pide el documento de identidad, el pasajero tardón comienza a rebuscar en sus bolsillos, en el maletín, el la cartera… pero no aparece. El pobre hombre se pasa mas de 5 minutos buscando desesperadamente. Se pone la chaqueta, se la quita, se desabrocha y se vuelve a abrochar.
Tras varias llamadas de teléfono e intercambiar alguna información, Anna da el visto bueno al pasajero y finalmente embarca. Yo le sigo.
El vuelo de regreso fue más relajado. Me dediqué a observar a los pasajeros, a ver cómo era el servicio desde mi asiento, y a sacar alguna foto de la tripulación para vosotros. Aquí podéis ver la tripu con la que volamos ese día:
De izda. a dcha. Nicolás Vitale, Judith Herrero (Instructora Servicio a bordo), Gustavo Fdez.(sobrecargo), Jenny Wallin, Arturo Gutierrez.
La vida como TCP de Air Europa
Me sorprende ver que los cinco TCPs con los que viajo caminan por el pasillo mirando a los pasajeros. Uno a uno. ¡Casi no me lo puedo creer! Están haciendo un paseo de cortesía. Es decir, salen con una bandeja en la mano por si alguien quiere entregarles alguna cosa. Sonríen, están pendientes de las miradas de sus pasajeros. Me fijo en que Gustavo, el sobrecargo, se agacha y se pone a la altura de un pasajero con el que habla animadamente.
No parece que estén allí para vender cosas. Da la sensación de que cuidan al pasajero. Ofrecen confort al mismo tiempo que chequean sus áreas de seguridad.
Me sorprende ver que casi todos llevan la placa de “sobrecargo” y Judith me explica que hay una gran concentración de sobrecargos en Madrid por el cierre de alguna base.
En un momento de relax, empiezo a hablar con Nicolás y Arturo, que se ocupan del galley trasero. Los dos llevan bastantes años en la compañía, pero todavía no son fijos. Me explican que en Air Europa trabajas unos meses y después sales al Paro entre 6 meses o un año. Arturo me comenta que entre contratos de Air Europa, ha trabajado en otras compañías, pero “como aquí no se está en ningún sitio”.
- ¿Y qué me vas a decir tú? ¡Si sabes que lo voy a contar!
- Es verdad, he estado en otras compañías, pero como en Air Europa, nada.
Nicolás asiente y los tres nos echamos a reír.
Me lo creo porque a cada minuto que pasa, me doy cuenta de lo mucho que les gusta su trabajo. Pese a que llevan años volando, todavía conservan la emoción en cada vuelo.
A mi pregunta de si están reclutando nuevos TCPs, todos contestan al mismo tiempo: no.
Hace tiempo que no hay incorporaciones. No se están haciendo cursos de habilitación. Con los fijos y los eventuales, la plantilla está más que cubierta. Alrededor del 50% de los TCPs están fijos, pero quedan muchos que todavía tienen que entrar y salir para poder firmar un nuevo contrato.
Aún así, me comentan que los requisitos para entrar a trabajar en la compañía son parecidos al del resto de aerolíneas. En este caso, la altura mínima para chicas es de 1.65 y para chicos es de 1.70. La formación dura aproximadamente un mes, y se hace en el centro de formación de Mallorca, donde Air Europa tiene sus oficinas.
Nuestra valoración. En resumidas cuentas:
Gracias a todas las personas de la Subdirección de Servicios a Bordo que nos han ayudado desde las oficinas de Llucmajor, en Mallorca. Gracias a la tripulación auxiliar al completo: Judith Herrero (Instructora de Servicios a Bordo), Gustavo Fernández (Sobrecargo), Jenny Wallin, Nicolás Vitale y Arturo Gutierrez. Gracias a Anna Wilmont por la atención en Schiphol.
Y gracias a vosotros, los que nos seguís cada día, porque como siempre os digo, esto no sería posible si no estuvierais ahí. Para premiar vuestra fidelidad, Air Europa y Diarioazafata sortean un billete de ida y vuelta para dos personas a una ciudad europea a la que vuele la compañía. Solo desde Madrid y solo para residentes en España. ¿Quieres participar? Déjanos tu comentario bajo este artículo diciéndonos qué es lo que más te gusta de volar con Air Europa.
“Yo vuelo con Air Europa porque…” Aquí tienes las bases.